Panorama Político de Tucumán
Elecciones

Manzur y otra derrota que lo deja con las manos vacías

El precandidato a vicepresidente Juan Luis Manzur. (Dibujo: NOVA)

La pregunta que retumbaba en los pasillos de Casa Rosada, en Casa de Gobierno de Tucumán, en las calles de la provincia, en Buenos Aires… era: ¿Qué le ven a Juan Manzur?

Durante casi 48 horas el gobernador provincial era, llamativamente, número puesto para integrar la fórmula con Eduardo “Wado” de Pedro como candidato a vicepresidente de la República. Eran, a priori, los bendecidos por Cristina Fernández de Kirchner para las PASO del próximo 13 de agosto.

Una comitiva de funcionarios manzuristas viajó a Buenos Aires a esperar la confirmación oficial del binomio a horas de que finalice el tiempo para la designación de las candidaturas. No faltaron las fotos públicas de apoyo ni las champañas en el freezer.

Después de todo, tras el fallo judicial de la Corte Suprema que le impidió a Manzur postularse como vicegobernador de Tucumán, esta nominación como candidato a vicepresidente de la Nación era una revancha contra la Justicia enemiga.

Sin embargo, la algarabía de la delegación tucumana, con el correr de las horas, comenzó a desdibujarse. De un partido casi ganado se pasó a una derrota en tiempo de descuento.

Muchos se relamían por el poder que podían abrazar ante la posible elección de Manzur como presidente del Senado. Otra vez, el mandatario provincial, en menos de dos meses, era bajado de una fórmula de poder. Primero besó la lona por el knock out del Poder Judicial. Ahora, el golpe certero se lo dio la propia interna de la flamante Unión por la Patria Unión por la Patria.

Se especulaba que Manzur era el elegido porque su figura representaba a la liga de gobernadores oficialistas. Envalentonado con el triunfo de Osvaldo Jaldo en Tucumán, y la visita de Wado de Pedro en la misma noche de las elecciones, Manzur se reunió con Cristina en busca de su aval. Un apoyo tan efímero como el valor del peso.

Incluso, varios gobernadores más allegados al ministro de Economía, Sergio Massa, le dieron la espalda al tucumano. Rechazaban la fórmula kirchnerista por las escasas chances de aspirar, por lo menos, a llegar al ballotage y la posibilidad de ir a una interna contra el díscolo Daniel Scioli.

Junto a esto, desde un primer momento, el candidato que más defendió públicamente la idea de una lista única fue el finalmente ungido, Sergio Massa.

Paradójicamente, el oficialismo pasó de un candidato presidencial proveniente del kirchnerismo duro a un aspirante más cercano a los mercados y la centro derecha que tanto defenestran discursivamente. De un hijo de montoneros a un ex UCeDe. Timonazos sobre la hora que descolocaron a los “compañeros”.

Más allá de este nuevo trago amargo de Manzur, su postulación nunca despertó la simpatía que se pretendía en las provincias oficialistas. Las dudas planteadas sobre la figura del gobernador tenían bastante lógica y, al mismo tiempo, escasas respuestas para refutarlas.

Su gestión como ministro de Gobierno de Alberto Fernández, también por imposición de Cristina, pasó desapercibida. El músculo político que se esperaba con su inclusión en el Gabinete, gracias al apoyo que se pretendía conseguir desde la liga de gobernadores peronistas fue, cuando mucho, muy tenue. Duró algo más de un año en el cargo.

Para ocupar ese cargo, dejó a Osvaldo Jaldo a cargo de la provincia de Tucumán, tras limar una interna durísima. A simple vista, puede leerse que la gobernación provincial fue una suerte de trampolín fallido a la Casa Rosada. Sin embargo, la realidad tucumana está muy lejos de ser considerada realmente como una gestión exitosa.

Con uno de los más altos índices de pobreza, desocupación, inseguridad, contaminación e inflación del país, es llamativa la vidriera que Manzur logró en el poder nacional, más allá de alto apoyo que tiene el peronismo en las elecciones locales.

Creer que semejante respaldo en las urnas se vinculan a una gestión exitosa peca de inocente. Hoy parecería una quimera pensar que el oficialismo en Tucumán, con el aparato, el clientelismo y la enorme cantidad de estatales al servicio del poder, pueda ser derrotado.

La gestión que mejor lo posicionó en la esfera nacional fue la de ministro de Salud, convocado, claro está, por Cristina Kirchner en 2009. Sin embargo, se recuerda todavía la causa judicial, en el marco del Plan Qunita, por la cual el actual mandatario provincial fue acusado por delitos de fraude a la administración pública y supuestos direccionamientos hacia empresas que ganaron la licitación de insumos. El curriculum de Manzur comenzaba a enriquecerse.

Pese a todo esto, esta gestión fue su trampolín para convertirse en octubre de 2015 en gobernador de Tucumán, luego de haber ganado las elecciones con más del 52 por ciento de los votos. En 2019, fue reelecto en su cargo para el período 2019-2023, con casi el 50 de los votos. Números auspiciosos para una gestión que hizo agua por todos lados.

Su intento (fallido) de postulación se explicaba, en parte, por la imperiosa necesidad de conseguir votos federales y por su imagen de gestor obediente. Despertaba muchas incógnitas qué tipo de entusiasmo generaba, más allá de Tucumán, la figura de Manzur.

Teniendo en cuenta los antecedentes, a la hora de elegir candidatos, por parte de Cristina Fernández, el panorama parecía muy poco alentador. Con las encuestas en la mano, y la ambición de Massa como adversarios, a Manzur le queda ahora la chance de postularse como diputado. Un cachetazo que lo devalúa y que públicamente debió aceptar bajo el pretexto de defender la “unidad del partido”.

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