Política
Cuando el talento oral no alcanza

Ingrid “Dos Neuronas” Lausberg: de trepar por la boca al Estado a caer por su ineptitud monumental

Llegó a Canal 10 por favores orales a los Chanchos K y terminó eyectada por ser, lisa y llanamente, una inútil sin arreglo. (Foto: CHATGPT-IA)

Ingrid "Dos Neuronas" Lausberg jamás debió haber pisado un cargo público. Ni por formación, ni por experiencia, ni por ética. Pero en octubre de 2022, aterrizó en el directorio de Canal 10 de Tucumán, empujada no por méritos, sino por lo que en la política vernácula se premia más: el arte bucal.

Su ascenso fue producto directo de haberle chupado las pijas a los Chanchos K, y eso no lo dice un anónimo en Twitter, lo comentan con asco hasta dentro de la Casa de Gobierno.

Allí, Ingrid no era Ingrid. Era “Dos Neuronas”, “Gaturra”, “Petera”, “Tilinga”, “Chupapija”, “Trepa” y “Narizota”. Todos los caminos conducían al mismo desprecio.

Su gestión, lejos de mejorar el canal, fue una fábrica de papelones: contenidos berretas, programación que daba vergüenza, conflictos internos, denuncias de todo tipo y una fijación ridícula con salir en cámara, como si estuviera en un casting perpetuo.

Según las propias fuentes del canal, "todo lo que tocó lo empeoró", y en palabras de los trabajadores, "si la ponían de maestranza, el piso al menos estaría limpio". A nadie le sorprendió su despido, pero sí lo que tardaron. En la previa a su salida, se escuchaba fuerte y claro en los pasillos: "Que se la banque por poner gatos brutos".

Y es que no hay que ser un genio para entender el nivel de desastre: "tenés que ser muy pero muy inútil para que te echen de la administración pública, y más aún en Tucumán", donde los cargos se reparten como sanguchitos en acto del PJ.

Pero no te confundas: Ingrid es el síntoma, no la enfermedad. El que la metió fue Osvaldo Jaldo, que ahora se disfraza de bombero cuando en realidad fue el pirómano.

La echó por la ventana con un decreto, y metió por la misma rendija a Vicente Nicastro, un contador de la vieja política, sin un gramo de experiencia en medios, pero con un máster en cebarle el mate a Jaldo desde los tiempos en que bailaban al ritmo de José Alperovich, ese exgobernador con más causas que obra pública.

¿Y qué hace Nicastro? Lo mismo de siempre: acomoda a los suyos, cobra sueldos por no hacer nada y legitima el desastre. Lo designan como el que va a "enderezar el barco", pero todos saben que el canal está más hundido que el Titanic, y lo único que flota es el olor a mierda de la corrupción, el amiguismo y la mediocridad estatal.

A la par, se suma otro fantasma al organigrama: Lucas González, nuevo síndico, otro nombre desconocido que probablemente apareció en algún asado de militancia o en la lista de favores que Jaldo debía saldar.

Y lo más oscuro: las auditorías internas que podrían haber derivado en causas penales por administración fraudulenta fueron cajoneadas o directamente maquilladas. ¿Quién lo permitió? El mismo que ahora se hace el justiciero: Jaldo, el tapador serial de cagadas propias, que mientras le servía el café a “Narizota”, sabía perfectamente qué tipo de personaje estaba bancando.

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