Política
Una figura que cayó por peso propio

El despido inevitable: el ocaso de una gestión nefasta

Ingrid Lausberg fue finalmente despedida tras años de gestión polémica, acusaciones morales y contradicciones públicas. (Foto: CHATGPT-IA)

Todo culminó a fines de marzo de este año con el despido definitivo de Ingrid Lausberg. La “petera” que llegó por “gato” se fue por “inepta”, dejando en evidencia no sólo su total incapacidad para la gestión, sino también un historial que, según las revelaciones, incluye “delitos legales” y, sin duda, graves faltas a la moral.

La “Gaturra” finalmente empezó a pagar el precio que debería haber empezado a pagar hace años.

La sucia maternidad: una mancha indignante en su historial

La historia de Sophie y Joaqui: no, no son las hermanas de L-Gante, son las hijas de la “Gaturra” Lausberg.

Lausberg se presentaba en uno de sus tantos perfiles de LinkedIn como "promotora de la dignidad humana y gestora del bien". Sin embargo, esta imagen pública choca frontalmente con lo que en Tucumán se sabe desde hace 20 años.

La concepción de su primera hija fue el resultado de “putanear” (hoy, más delicadamente, se dice chonguear), y la segunda nació fruto de una relación tan complicada que, para no herir a los involucrados, por ahora mantenemos en resguardo. Pero ambas situaciones reflejan la perversidad que la ha impregnado desde siempre.

La carita de Heidi y el estilo Miss Simpatía no esconden más que un ser despreciable por tocar uno de los temas más sagrados de la vida humana: la maternidad y la paternidad. La mayor, Sophie, “nació cuando la Gaturra empezó a putanear ya de pendeja”. Porque ser puta se empieza de joven, ¿vio?

Por respeto al padre y a la criatura, no vamos a profundizar, porque no merecen estar metidos en la inmundicia que es su madre. Sólo revelamos que el padre de Sophie es Diego Rija, abogado y ex compañero de estudios de Lausberg en Tucumán.

Se lo conoce como un tipo normal, que tuvo que “hacer malabares” para evitar que Lausberg abortara, luego lograr el reconocimiento legal de su hija, y hasta pedirle un ADN. De tan “putarraca” que era, Gaturra le hizo la vida imposible. "Pobre la Sophie", lamentan allegados. "Ojalá nunca se entere de todo lo que pasó entonces".

Y sin embargo, esta mujer tiene la osadía de ir a programas a hablar del "rol y la defensa de la mujer". ¿Se puede ser tan, pero tan cínica, perversa y turra?

Joaqui: la tristeza heredada

La segunda hija, Joaqui, lleva en la cara una tristeza que arrastra desde la cuna. Con facciones claras de diaguita, mezcla entre la madre y el padre del momento: Ramiro Taboada, un médico más buenudo e inocentón que Rija, de quien también evitamos entrar en detalles por respeto a su padecimiento.

Esto fue hace unos 8 años, cuando la Gaturra aún no había comenzado a pleno con sus andanzas ni su deseo de protagonismo.

Taboada, aunque kirchnerista y con “toda la agenda 2030 encima”, se hizo cargo con todo el honor de padre. Porque la Turra nunca fue una madre presente, ni tuvo un vínculo materno real con ninguna de sus dos hijas.

A pesar de sus esfuerzos recientes por mostrarse como madre ejemplar, quienes la conocen aseguran que "en el fondo prefiere mil veces su ambición personal y al macho del momento que bancarse a sus hijas". Su comportamiento es el típico de los personajes psicopáticos: detectar la presa y moverse según lo que el otro valore.

Trapito: el próximo engañado

Pobre Trapito. La Gaturra lo va embaucando y él se las va comiendo todas, de a poquito. Y lo peor: ¡le cree! Aunque la tiene corta, que se cuide: el bombazo le puede llegar en cualquier momento. Aunque Felipe Seia sea un pelagato, la Gaturra (ya de vuelta y frustrada en sus chances con alguien de guita) podría tranquilamente encajarle la tercera cría.

El perfil psicópata camaleónico: de "promotora de la dignidad" a la doble moral que indigna

Su militancia por los derechos humanos y los vulnerables no es más que un discurso de cotillón de una verdadera psicópata manipuladora. Pasó de "defensora de los pobres" a hablar del "rol de los medios de comunicación pública" y la “democracia informativa” apenas asumió, dejando en el olvido sus banderas iniciales.

Así, empezó a mostrar que hacía 8 millones de cosas por el canal de los “queridos tucumanos”, cuando en su “puta vida tuvo ni tiene idea de comunicación, ni de medios, ni de administrar algo”, se escuchaba decir dentro del canal tras su salida.

Junto con este viraje discursivo llegó también su transformación estética: del “pelo rosa” y la vestimenta bolche-hippie defensora de trapitos y aborígenes, a las “camisas de seda y pantalón blanco”. Un nuevo acto de su doble moral y oportunismo.

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