La excusa que se encontró para justificar su tardía visita fue inaugurar apenas una parte del edificio de la Facultad de Bioquímica, Química y Farmacia de la Universidad Nacional de Tucumán (UNT). Se trata de una obra de muy vieja data: la estructura del inmueble llevaba 13 años de espera. Pese a tanto tiempo trascurrido, sólo se avanzó en la mitad del total del edificio. Algo incompleto y retrasado, como esta visita presidencial.

Para aminorar la vergüenza ajena que se percibía en el ambiente, Fernández prometió que impulsará con celeridad (algo poco característico de su gestión) la edificación de la estructura de hormigón restante la cual sigue en el abandono. Unos pocos aplausos de ocasión acompañaron el escueto anuncio.

Quien acompañó al Presidente durante la “inauguración” y en su discurso fue el gobernador, Juan Manzur. Junto al ministro de Obras Públicas de la Nación, Gabriel Katopodis, encabezaron un acto en un auditorio, llamativamente, casi vacío. Sin militantes pagos, ni funcionarios luchando por una foto con el primer mandatario como suele suceder en casa visita presidencial.

Nada de eso. Parecía la visita de un funcionario nacional de tercera línea. Una postal que marca la decadencia del gobierno con pocos meses por delante de supervivencia. A su lado, Manzur, espejaba una realidad similar. Un Presidente y un gobernador en sus horas más bajas.

La llama encendida por la tardía visita presidencial tomó impulso cuando el gobernador electo, Osvaldo Jaldo, no ocultó su malestar por la ausencia de Alberto el 9 de Julio. “La prioridad debería haber sido Tucumán, y el Presidente debería haber estado acá”, reprochó públicamente. Las butacas vacías en el auditorio no fueron una casualidad.

El fugaz paso presidencial por la provincia dejó otra postal que enriquece el dejo de decadencia que impregna al actual gobierno. Alberto Fernández pasó por Tucumán sin querer tener contacto alguno con la prensa. Se bajó la orden de impedir preguntas durante el acto.

A tal punto llegó el celo de la comitiva presidencial que todo el edificio se rodeó de vallas y la prensa no fue autorizada a registrar ni siquiera el corte de cinta de la inauguración. Peor aún: los periodistas y camarógrafos que cubrieron el evento fueron literalmente encerrados con llave en un sector del auditorio para impedir cualquier tipo de peguntas o imágenes del Presidente.

Si esto hubiese pasado con un mandatario de otro signo político el escándalo sería nacional con fuertes pronunciamientos desde sectores autodefinidos progresistas.

En rigor, la inauguración de Fernández y Manzur fue una puesta en escena para justificar una visita. Mientras ambos mandatarios hablaban de la defensa de la educación pública, estudiantes y docentes universitarios de la provincia siguen protestando por las condiciones de hacinamiento en muchas facultades.

Desde el gremio de Adiunt, advierten sobre la falta de elementos, agua, recursos y precariedad edilicia de la UNT. En paralelo, las carencias se replican en las escuelas estatales de la provincia.

Se vivió un acto con dos figuras cuyo peso político se encuentra en una profunda etapa de devaluación y frente a un futuro que parece destinado al mismo letargo que tendrá la otra mitad de la facultad que se inauguró.